Los cambios en la movilidad y en la marcha en las personas mayores son normales y a causa del envejecimiento, este causa pérdida de fuerza y de flexibilidad en el aparato motor (huesos, articulaciones, ligamentos y músculos)
Aunque el cuerpo tiene mecanismos para compensar estos cambios, en general a la larga se acaban manifestando reduciendo la rapidez de la marcha así como en la distancia que se recorre en cada paso.
¿Qué aspectos se definen la marcha y por lo tanto verse afectados?
Simetría: las personas sin ninguna alteración caminan de forma simétrica.
Velocidad: se reduce, pues las personas mayores realizan pasos más cortos.
Cadencia: no se modifica, ya que cada persona tiene una cadencia según la longitud de las piernas y el ritmo.
Tiempo de doble sustento: este aumenta con la edad.
Posición en la marcha: esta cambia con la edad con una mayor rotación en la pelvis (hacia abajo) y mayor lordosis lumbar.
Movimiento de las articulaciones: la flexión plantar del tobillo se reduce antes de que el talón se levante y el movimiento de la pelvis se reduce.
Además hay algunos trastornos que pueden contribuir a que se produzcan estos cambios dando una marcha disfuncional o insegura:
- Enfermedades neurológicas: Hemiplejia o paresia de la extremidad inferior como consecuencia de un ictus u otra lesión cerebral, párkinson, polineuritis (diabetes, déficit de vitamina B12, alcoholismo), etc.
- Marchas anormales asociadas a déficits sensoriales: Alteraciones visuales o propioceptivas.
- Problemas circulatorios: Claudicación intermitente.
- Problemas musculoesqueléticos: Numerosas patologías que producen debilidad muscular o problemas musculoesqueléticos debidos a la falta de movilidad que tienen muchas personas mayores.
- Cualquier problema en los pies: Callosidades, deformidades, juanetes y uñas deformes, que comprometen la marcha y el equilibrio.
En la siguiente tabla vemos algunas de las manifestaciones y posibles causantes de la alteración de la marcha:
Manifestación |
Causante |
Cadencia impredecible, longitud del paso o separación de los pies. |
Afectación del control motor. |
Dificultades para empezar a andar o para mantener la marcha. |
Falta de fuerza para impulsar el pie debida a falla aislada en el inicio de la marcha, enfermedad de Parkinson o una patología frontal o subcortical. |
Inclusión hacia atrás o caída hacia atrás. |
Párkinson o situaciones debidas a lesiones del SNC. |
Arrastre del pie. |
Debilidad del músculo tibial anterior, traumatismos de rodilla, espasticidad de los músculos de la pantorrilla, descenso de la pelvis. |
Disminución de la longitud de los pasos. |
Inespecífico. Miedo a caer o problema musculoesquelético. La pierna que da el paso más corto suele ser la del lado sano, lo que, en general, es secundario a un problema durante la fase en la que la pierna contralateral (la que presenta el problema) permanece apoyada en el suelo. |
Inclinación hacia delante. |
Cifosis y enfermedad de Parkinson o trastornos con características de parkinsonismo asociados con demencia. |
Inclinación lateral del tronco. |
Estrategia para reducir el dolor articular generado por una artritis de cadera o, con menor frecuencia, una artritis de rodilla. |
Desviaciones en la trayectoria. |
Problemas de control motor. |
Balanceo de brazos. |
Efectos adversos de fármacos bloqueantes de la dopamina. |
¿Qué podemos hacer para mejorar la marcha o disminuir la progresión?
La actividad física es la base para contribuir a mejorar la movilidad, como por ejemplo entrenamiento de resistencia y de equilibrio.
Algunos ejemplos son:
Problemas de debilidad: Programa de ejercicios centrados en la fuerza.
Artritis: Tanto andar como el trabajo de resistencia, que reducen el dolor y permiten mejorar la marcha.
Deficiencias del equilibrio: Ejercicios dirigidos de postura, reeducación postural, taichí, juegos dinámicos de equilibrio…
¿Qué opciones tenemos si necesitamos una ayuda para mejorar nuestra movilidad?
Estas ayudas pueden ser diferentes según si son necesarias para desplazarse dentro de la vivienda o por la calle:
Bastones: aumentan la estabilidad y el equilibrio y/o disminuyen la carga sobre los miembros inferiores. Se indican en fases iniciales, pero después puede ser necesario cambiar a muletas o andadores.
Muletas: facilitan la marcha ya que aumenta la estabilidad al ampliar la base de sustentación y/o reducir la carga sobre una o ambas piernas. Para usarlas se debe tener una buen capacidad muscular y fuerza en los brazos y manos así como equilibrio en el tronco.
Andadores: son las ayudas que dan más estabilidad ya que la base de sustentación es más amplia. Se aconsejan a personas con problemas en el equilibrio o que la fuerza en las piernas haya disminuido.
Sillas de ruedas: en los casos en que no se pueda andar o cueste mucho, en algunas personas solo serán necesarias cuando se deban recorrer distancias largas. El uso de la silla de ruedas permite más autonomía en la vida diaria.