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El ictus es una enfermedad cerebrovascular (que afecta a los vasos sanguíneos del cerebro). Se conoce también con el nombre de accidente cerebrovascular (ACV), embolia o trombosis. Estos dos últimos términos hacen referencia a la causa del ictus.

Este ocurre cuando un vaso sanguíneo que transporta sangre al cerebro se rompe o tapona por un coágulo u otra partícula. Por esta ruptura o bloqueo, una parte del cerebro no recibe el flujo necesario de oxígeno y nutrientes. Como consecuencia, las células nerviosas del cerebro afectadas no pueden funcionar y mueren al cabo de unos minutos.

Causas

Hay diversos factores que incrementan la probabilidad de sufrir un ictus, los cuales no se pueden controlar, como, por ejemplo:

  • La edad: al superar los 55 años, cada década se incrementa el doble el riesgo de sufrir una embolia. Esto no significa que las personas jóvenes no puedan sufrirla.
  • Sexo: aunque se produzca en la misma proporción, las mujeres son más probables de morir que los hombres por esta enfermedad.
  • Herencias: si un familiar ha sufrido una trombosis, es más probable que las siguientes generaciones también.
  • Reiteración: una vez se tiene un accidente cardiovascular, se incrementan considerablemente las probabilidades de que se repita.
  • La hipertensión, el tabaquismo, la diabetes o la enfermedad cardiaca son factores que incrementan el riesgo de ictus.

Síntomas

En general esta enfermedad tiene un inicio repentino de rápido desarrollo, causando una lesión cerebral en minutos. Con menos frecuencia es probable que se empeore al cabo de unas horas o días, a medida que se incrementa el área necrosada.

Por norma general, esta progresión se interrumpe dando lugar a periodos de estabilidad y podemos observar una cierta mejora en el paciente.

Los síntomas variaran según el área cerebral afectada, pero entre los más típicos encontraríamos:

  • Adormecimiento o debilidad repentina en zonas de la cara, los brazos o las piernas, especialmente focalizado en un solo costado del cuerpo.
  • Confusión repentina y dificultad en la comprensión y el habla.
  • Dificultad espontánea para caminar, mareos, vértigos, perdida de equilibrio y de la coordinación.
  • Dolor de cabeza sin causa aparente.

Prevención

La Sociedad Española de Neurología recomienda una serie de hábitos con el objetivo de prevenir los riesgos de sufrir un ictus:

  • Llevar a cabo una dieta equilibrada y saludable: buscamos aquí evitar niveles altos de colesterol en sangre. Es recomendable que el IMC (índice de masa corporal) se encuentre por debajo de 25.
  • Realizar ejercicio de forma habitual y moderada: los problemas derivados de un estilo de vida sedentarios pueden derivar en una trombosis.
  • Evitar el consumo de drogas comunes como el alcohol o el tabaco.
  • Llevar un seguimiento de la presión arterial, buscando encontrarnos debajo de 140/90 mmHg (hipertensos).
    *las personas que padecen de diabetes o que ya han sufrido un ictus antes, deberían de vigilar aún más la tensión arterial.

Tipos

  1. Ictus isquémico

En este tipo de ictus encontramos unos vasos obstruidos por la parte interior. Los coágulos responsables de este problema reciben el nombre de trombo o embolismo. Causan una obstrucción del vaso por el desarrollo de grandes depósitos de grasa en los muros de estos (colesterol), este proceso recibe el nombre de aterosclerosis.

  1. Ictus hemorrágico

En este caso encontramos el vaso roto, lo que supone la entrada de sangre al cerebro y la compresión del tejido cerebral. Esta hemorragia puede ser inter cerebral o subaracnoidea. El vaso dañado se encuentra previamente deteriorado por aneurismas o malformaciones arteriovenosas.

Diagnóstico y tratamiento

Normalmente se puede diagnosticar esta enfermedad a través de un historial médico y una exploración física (tomografías, resonancias magnéticas…). Estas pruebas solo servirán de diagnóstico transcurridos unos días de la aparición del ictus, i nos permitirá caracterizarlo como hemorrágico o isquémico.

El tratamiento, variará en función del tipo de ictus que se sufra, pero será fundamental que se reconozcan los primeros signos y síntomas (a través del sistema R.A.P.I.D) y se avise a las autoridades sanitarias correspondientes.

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